Lerner, Delia (2001). Leer y escribir en la escuela:
lo real, lo posible y lo necesario. Leer
y escribir en la escuela: lo real, lo posible y lo necesario. México: FCE.
En este
primer capítulo se aborda la enseñanza de la lectura y la escritura de forma
desafiante, más allá de un sentido de alfabetización. “La escuela debe cumplir
con el objetivo de formar miembros activos de una comunidad de lectores y
escritores” (p. 25). Tener un rol dentro de la cultura escrita, supone una
apropiación de las tradiciones de lecto-escritura, es decir, una herencia
cultural. Para que la escuela logre este objetivo se deben rehacer los
conceptos y metas de enseñanza con respecto a la lectura y la escritura, con el
objetivo de que el foco se oriente a un participante activo; donde lectura y
escritura sean prácticas vivas y vítales, donde leer y escribir sean
instrumentos poderosos que permitan repensar el mundo y reorganizar el propio
pensamiento y donde interpretar y producir textos sean derechos legítimos de
ejercer y responsabilidades necesarias de asumir. (p.26).
La autora
señala que lo necesario es mantener en la escuela a la escritura y la lectura
como prácticas sociales para que los estudiantes lleguen a ser ciudadanos de la
cultura escrita (p. 27). Además, lo real (la realidad) de llevar esto a la
práctica es complicado, debido a las distintas necesidades de las instituciones
educativas. Una primera dificultad se debe al carácter de práctica que tienen
la lectura y escritura, ya que no se trata de un contenido explícito
“escolarizable” (p.28), sino que se trata de algo implícito, ya que no es
posible determinar cómo se aprende. También, aduce que estas prácticas son
propias de la aristocracia, por ende, la escuela debe regular primero la
democratización del conocimiento y de estas prácticas. La segunda problemática
es la constante tensión entre lo que se enseña o se debería enseñar en la escuela
(contenido conceptual) y ver el proceso de lectura y escritura como una
herramienta o un medio para que los estudiantes puedan desarrollarse en distintos
ámbitos y áreas. Esto último genera la paradoja de que, “si la escuela enseña a
leer y escribir con el único propósito de que los alumnos aprendan a hacerlo,
ellos no aprenderán a leer y escribir para cumplir otras finalidades (esas que
la lectura y la escritura cumplen en la vida social); si la escuela abandona
los propósitos didácticos y asume los de la práctica social, estará abandonando
al mismo tiempo su función enseñante” (p.29)
Un
tercer problema es la relación que se establece entre el tiempo en que se
enseña un determinado contenido, con respecto a cómo se aborda la lectura y la
escritura. Así entonces, la escuela tiende a ser gradual, parcelar los
conocimientos, “siguiendo una estructura lineal y acumulativa, lo que entra en
contradicción con las prácticas de lectura y escritura porque éstas son –como
ya hemos visto– totalidades indisociables que se resisten al parcelamiento y a
la secuenciación” (p.30). Esto también es paradojal, ya que, si estas prácticas
se parcelan, no es posible darle sentido ni preservar su naturaleza intrínseca
y, así mismo, si no son parceladas, no es posible distribuir bien una manera de
enseñarlas. La cuarta problemática es la tensión que surge entre enseñar y
controlar lo aprendido, debido a que la escuela tiene una responsabilidad
social que debe dar cuenta de los aprendizajes. La escuela tiende a exagerar el
control sobre los aprendizajes de lectura situando la enseñanza en un marco en
que el docente pueda evaluar, como la velocidad, la ortografía, etc., dejando
de lado el proceso completo que conlleva la lectura y la escritura. La quinta
problemática es la forma en que se puede evaluar este proceso, ya que el
docente es quien tiene casi siempre la facultad privativa de hacerlo, sin darle
oportunidades a los estudiantes para autocontrolar lo que leen y corregir los
escritos (pp. 31 – 32)
Para
preservar en la escuela el sentido que tiene la lectura y la escritura, la
autora plantea que se deben conciliar las necesidades de la institución con el
propósito de generar lectores y escritores, es decir, generar una versión
escolar de lecto-escritura, próxima a una versión social. Para esto, se pueden
realizar dos acciones, en primer lugar, se puede diseñar un plan curricular en
el que no solo se enseñen los contenidos conceptuales, sino que también se
enseñen los quehaceres del lector y del escritor (p.32) como anticiparse al
sentido del texto, comentar y comparar, recomendar lectura, tomar notas,
planificar, entre otros. En segundo lugar, se puede articular la didáctica con
propósitos comunicativos, es decir, darle un sentido de para qué estoy haciendo esto, y que se condiga con situaciones
cercanas en las que se desenvuelve el estudiante. Un claro ejemplo es la
escritura de un proyecto colaborativo, en el cual, estudiantes y el mismo
docente son partícipes de una tarea con un objetivo claro, por lo tanto,
participa de una situación auténtica de escritura. (p.34)
Así
mismo, una organización por proyecto permite el autocontrol de la lectura y
escritura, ya que los estudiantes deben realizar un texto que les haga sentido
a ellos mismos, el resto del grupo y a un destinatario final, lo que implica
una serie de procesos de revisión y corrección del producto final. Esto favorece
también la autonomía al conocer el objetivo que tiene esta producción. Si bien
resulta productivo este tipo de trabajos, para la relación tiempo – saber no es
suficiente, debido a que se deben articular muchas temporalidades distintas
para contribuir a una aproximación en común, que es la que contiene un producto
final lleno de correcciones, relectura, transcripciones, resúmenes, etc. (p.36).
Por último, es posible equilibrar el control con la enseñanza evitando que
prevalezca uno sobre otro (p.36). Es por esto que se promueve como actividad
evaluadora, es decir, “oportunidades de autocontrolar lo que están aprendiendo”
(p.36)
Este
texto está orientado a una lectura que evidencia lo que realmente sucede con
estos procesos en el sistema educacional, por lo cual es muy acorde para
demostrar que existen elementos necesarios, reales y posibles para que la
escritura y la lectura tengan una reformulación en el sistema escolar.